En todas sus versiones, la revisión por pares permite diferenciar una publicación científica de otras formas de producción académica. Las orientaciones éticas explícitas proporcionan una ayuda necesaria.

Inicio una serie de post donde iré relatando de forma comentada las recomendaciones éticas que hace COPE sobre la revisión científica de este modo:

  • Principios básicos (1).
  • Antes de la revisión (2).
  • Durante la revisión (3).
  • Preparando el informe (4).
  • Tras la revisión (5).

El proceso necesita que todos los involucrados actúen con responsabilidad, de forma ética.  Quienes editan deben decidir qué información consideran imprescindible en el informe de revisión así como los plazos que son aceptables, para la revista, quienes revisan y quienes firman el texto. También hay que tomar decisiones acerca de las interacciones editor/a-revisor/a (cuándo, cómo), el tipo de reconocimiento de la labor revisora (certificado, mención en el comité de revisores de la revista, acceso preferente…) y el tipo de informe síntesis que se hace llegar a autores/as. Conviene que estos aspectos estén previstos y se implementen del mismo modo en todos los casos para que el equipo editorial disponga de protocolos y rutinas que faciliten el flujo de trabajo.

Quienes revisan necesitan pautas orientativas claras y precisas. Estas decisiones deben ser públicas y los esfuerzos del equipo editorial deben enfocarse en procurarlas y conseguirlas. La confianza en la labor quien revisa no es suficiente para que la revisión sea eficiente, en muchas ocasiones.

Fuente: https://libreshot.com (CCO)

Para ello, el Committee on Publication Ethics (COPE) de Reino Unido facilita unas pautas, sencillas e interesantes, para quienes revisan:

  • Aceptar la revisión si se tiene un conocimiento especializado: implica un autoconocimiento preciso del área de especialización y, más importante aún, de los territorios científicos que se desconoce. Supone un ejercicio de humildad, autoconciencia y honestidad en la información curricular que se hace pública.
  • Confidencialidad: conviene no revelar detalles del texto o su informe, durante o después del proceso. Corresponde a la revista decidir qué se hace público y cómo.
  • No utilizar la información obtenida durante la revisión en beneficio propio o ajeno. Tampoco para perjudicar o desacreditar: seriedad y compromiso con la propiedad intelectual de quien firma el texto; sentido común para anticipar o prever las consecuencias de cualquier filtración sobre el proceso; sensibilidad con la reputación de quienes investigan y empatía con su momento académico.
  • Estudiar, identificar y comunicar a la revista cualquier posible conflicto de interés: la participación en el proyecto de investigación matriz, la connivencia investigadora, la enemistad manifiesta, suponen, entre otras, circunstancias “declarables”.
  • Asepsia intelectual: la nacionalidad, el género, la ideología, la religión o las propias opiniones manifestadas por quienes firman el texto no deben contaminar el informe de revisión.
  • Asepsia emocional: la hostilidad o la alabanza fácil restan credibilidad y rigor al informe de revisión y pueden resultar hirientes o no pertinentes. Se requiere madurez personal e investigadora para entender la naturaleza de un informe de revisión. Los mejores aliados son la objetividad y la intención orientadora de la mejora del texto.
  • Reciprocidad: los revisores son autores y viceversa. El reto es entender el sistema y entender el compromiso del diálogo anónimo que se establece.
  • Suplantación: derivar la revisión a terceros y firmarla sin haberla realizado es una mala práctica inaceptable.

La ética convierte lo obvio en imprescindible. Sacude conciencias y delimita de forma clara las buenas prácticas. Su utilidad pedagógica y formativa no ofrece dudas.