El debate sobre la calidad de las revistas científicas está a la orden del día. ¿Cómo podemos definir su calidad y parámetros? Desde la publicación de las Declaraciones de DORA y Leiden, un importante sector de la comunidad científica ha sido reacio a aceptar la dominación absoluta del factor de impacto como medida única de la ‘calidad’ de una publicación científica, amparándose exclusivamente por los rankings editados por Web of Science y Scopus. Obviamente, ignorar estos rankings internacionales, reconocidos mundialmente para facilitar la visibilización de investigaciones con una altísima proyección, es un craso error. Los índices son un indicativo evidente de la calidad de una publicación científica y, frente a contadas excepciones, las revistas con alto impacto son las más prestigiosas, visibles y reconocidas a nivel mundial, pues son las que más acceso generan y más se leen (incluso las embargadas) por la comunidad científica.

Sin embargo, junto al facto de impacto que es una consecuencia de la calidad (y no una causa), hay otros elementos sustantivos que miden (o deberían medir con un mayor consenso) la calidad de las revistas: los parámetros de selección de los manuscritos (las tasas de aceptación y rechazo), los proceso de gestión (puntualidad, transparencia), las plataformas de visibilidad e impacto social (redes sociales comunes y científicas, espacios de cooperación)… pero, especialmente, hay uno que quisiera destacar en este post, que muchas veces pasa desapercibido y que, desde mi punto de vista, es eje neurálgico de la calidad de una revista: la revisiones de los pares.

Los revisores, como he comentado ya en otras entradas de esta Escuela de Revisores, son el ‘alma mater’ de una revista científica. Lo que diferencia una publicación de calidad de otras es justamente el riguroso proceso para que los trabajos que se seleccionen sean los mejores en novedad, originalidad, relevancia y transferencia. Por ello, son clave las fichas de revisión que emplean las publicaciones para que, mediante indicadores cuantitativos y cualitativos, se pueda seleccionar la mejor ciencia en nuestro campo.

En los últimos años se han ido incorporando nuevas modalidades de revisión, pero el sistema clásico de par ciego sigue siendo el predominante en estos procesos de evaluación. Algunas cabeceras han optado por romper el anonimato y hacen públicos sus nombres, o bien permiten la generación de comentarios públicos y abiertos del trabajo por parte de la comunidad, superando la evaluación por los ‘expertos’. Todas estas modalidades que las tecnologías hoy nos permiten, profundizan en la necesidad de mejorar los sistemas selectivos de los trabajos porque solo la competitividad favorece el crecimiento del conocimiento, como ocurre en todas las ciencias, desterrando dos de los grandes males endémicos de la ciencia actual: la redundancia (y en su máximo extremo el plagio) y la endogamia.

El sistema del par ciego garantiza que los trabajos se valoren por las propuestas que concretan más de allá de las personas que las respaldan, e independientemente de sus categorías profesionales y sus experiencias laborales; se valoran los productos, no las personas, permitiendo así que la ciencia crezca incluso en algunos casos con propuestas originales de investigadores noveles.

El tradicional doble ciego (la revisión de cada manuscrito por dos revisores que desconocen a los autores, al igual que estos ignoran a sus árbitros) ha quedado realmente muy limitada poque, en muchos casos, los trabajos presentados son complejos y requieren de múltiples miradas, más allá de solo dos personas, que además en muchos casos presentan criterios que obligan que un tercer experto, casi de forma individualizada, tome la decisión final.

En revistas como ‘Comunicar’, consciente de la estratégica labor del Consejo Internacional de Revisores como ‘buque insignia’ de la revista, se ha trabajado de forma intensa en el último decenio para aumentar considerablemente el plantel, su diversidad internacional, la ‘expertise’ del equipo, su formación multidisciplinar, metodológica y temática… de forma que hoy contamos con 1.000 revisores de 53 países que garantizan un proceso de revisión de alta calidad y pluralidad, de manera que cada manuscrito puede ser sometido a revisión por hasta 20 pares distintos que ofrecen, obviamente, perspectivas distintas, pero que alimentan y enriquecen el trabajo inicial para que la ciencia sea realmente construida por todos, básicamente por los autores, con una enriquecedora colaboración de colegas de países distintos que aportan ópticas, formaciones y experiencias diferenciadas convirtiendo los trabajos finalmente publicados en una considerable mejora respecto al enfoque inicial.

Ciencia colaborativa construida con un enfoque multidisciplinar y visión internacional (con la implicación de múltiples investigadores de todo el mundo); he aquí uno de los grandes y no reconocidos secretos de la calidad de una publicación.

Como indicábamos al principio, el impacto no es una causa de la calidad, sino su consecuencia lógica. Así, buenos trabajos seleccionados rigurosamente con sistemas polivalentes como el citado, así como la máxima visibilidad de los mismos traen consigo un impacto que se traduce en trasferencia social y en citas en otras revistas de calidad, generando un circuito virtuoso que no puede desprestigiarse por excepciones contadas.

La ‘calidad’ de una revista tiene muchas aristas, pero, sin duda, la revisión rigurosa y polifacética de sus manuscritos, su visibilidad internacional y su impacto (medido entre otras cosas en citas y transferencia social) son, de forma equilibrada, sus ejes trasversales.