Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa (Mahatma Gandhi)

La palabra reconocimiento (ser reconocido) en cuanto al experto en ciencia, puede ser un arma de doble filo: por un lado, de ella puede devenirse el egocentrismo de un agente académico (muchas veces nocivo para la ciencia) y por el otro, puede ser la garantía para encontrar ese par académico aportador, noble, perdido y necesitado en la publicación de artículos científicos.

Encontrar a este último, no es trabajo sencillo; pero, hay ciertas pistas que nos permiten dar con un revisor para que comience a ser esa piedra angular de calidad para una revista: su reputación, el voz a voz, las relaciones académicas, su trayectoria medible como autor de textos científicos, su aporte sustancial al manuscrito que revisa, su percepción en la originalidad de un artículo, etcétera.

Es clave entender que una cosa es ser reconocido como autor y otra como revisor: no todo autor, con un perfil potencial para revisar un texto, es un buen revisor, pues la revisión de un posible manuscrito que puede ser publicado o rechazado, obedece a una mezcla de factores objetivos (tiempo de entrega de la revisión, por ejemplo) y subjetivos (formas cómo aporta y enriquece el texto que revisa). Aquí es probable que el revisor haya tenido que formarse por su cuenta para cumplir con los requerimientos de una revista (que a la larga lo evalúa a él como revisor), basados en unas directrices, el formulario de evaluación, su propia experiencia y pericia.

Sin embargo, hay pocas iniciativas que reconocen la labor silenciosa del revisor y pocos incentivos estandarizados que puedan llegar a generar una “cultura de la revisión”. Hay países con políticas que premian el hecho de ser revisor para artículos en revistas científicas, como el Conacyt, en México (lo que puede fortalecer esa cultura de revisión) y otros en los que solo vale ser autor en revistas indexadas. Es por esto que es importante la creación de más espacios formativos o liderados por políticas estatales, por las universidades o por editoriales universitarias que le den un valor agregado a la labor del revisor para que así su trabajo sea recompensado por lo tangible y lo intangible.

Si bien se está buscando siempre un revisor con un perfil que se acomode al manuscrito en cuestión, aporte al avance de la ciencia, que busque el crecimiento del autor, brindándole preguntas y herramientas, siendo casi que un coautor en la sombra, que lo hace cuestionar y repensar su trabajo, existen pocas recompensas más allá del ya apremiante “amor por la ciencia”, la devolución de un favor o un compromiso adquirido, y debemos comenzar a pensar en una cultura del reconocimiento partiendo de la responsabilidad de las revistas, por medio de, por ejemplo, la implementación inmediata y automática del certificado de revisión, la exaltación de los agradecimientos de los autores de un manuscrito cuando culmina el proceso de revisión (en la medida que existan), la creación de iniciativas independientes que busquen resaltar la excelencia académica de los revisores, entre otros.

Actualmente, existen herramientas que han permitido empezar a construir una cultura del reconocimiento; esta es una invitación a hacer uso de ellas y a explorar  nuevas posibilidades e iniciativas que desde nuestras revistas podríamos implementar. No está de más seguir el ejemplo de la revista Comunicar, que recientemente lanzó el premio a la Excelencia Académica para Autores y Revisores o el ejemplo de Publons, como una escuela de formación de revisores y sus Global Peer Review Awards; además de ser un sitio web que permite registrar los certificados de revisión, hacer búsqueda de revisores y una debida verificación con los editores sobre el trabajo de estos últimos; entre más mecanismos como EXIT; AEIC; Google Académico, etc., que brindan directorios de expertos y la posibilidad de localizar potenciales revisores a partir de temáticas y áreas de conocimiento.

Seguramente, todos hemos tenido una experiencia como autor o revisor, de brindar o recibir un agradecimiento hacia el trabajo de evaluación de un manuscrito. Algunas veces lo hacemos de manera explícita y otras veces queda en el silencio del proceso. Aunque hoy la labor del revisor comienza a tener una mayor relevancia en las estrategias de una revista y complementan aún más la labor del editor en jefe, se debe seguir fortaleciendo las estrategias que premien y hagan escuela en la formación de los revisores de manuscritos. El camino para abrir estas posibilidades sigue labrándose y es importante seguir generando estos espacios de reflexión para la construcción de la ciencia.