La revisión por pares ha buscado medir la calidad, factibilidad y rigurosidad científica. A pesar de que existen diferentes tipos de revisión, en el mundo de la edición científica se hace énfasis en la revisión simple-ciego, doble ciego y revisión abierta. La revisión abierta, o mejor conocida como el Open Peer Review (OPR), en Iberoamérica, sigue causando interrogantes e inquietudes, pero a nivel mundial es una práctica que se ha ido implementando y consolidando. Y es que entender la revisión abierta como el solo hecho de dar a conocer la identidad de los autores y revisores, es apenas la punta del iceberg. El OPR, al implementar nuevos modelos de revisión, ha hecho cuestionar los efectos invisibles e imperceptibles del medio editorial. Un ecosistema que se ha fundamentado en una jerarquización y en unos procesos que, lamentablemente, toman mucho tiempo.
La práctica del OPR se desarrolló a finales de los años 90 y, aunque es una práctica muy joven, ha logrado cuestionar las dinámicas editoriales que durante mucho tiempo se han implementado y ha lanzado nuevos pensamientos, como la capacidad de autorregulación, la poca necesidad de intermediarios, la democratización de la revisión y las relaciones directas entre los autores y los revisores. Sin embargo, toda nueva especie trae consigo interrelaciones que simplemente no se pueden dejar a un lado, como la figura de un editor, que aunque se le invite a soltar un poco el control de los procesos de evaluación y editoriales, sigue a la cabeza gestionando las buenas prácticas editoriales, la tarea ardua y subjetiva que devienen de problemas éticos en publicaciones, el conflicto de interés y la objetividad en la revisión, la aprobación por favoritismo o por conveniencia, etcétera.
Así mismo, la disrupción puede generar tensiones entre los implicados del proceso de mejoramiento del manuscrito, porque se pueden generar disputas entre el autor y los evaluadores, espacio que en los otros métodos de evaluación no se da por su propia naturaleza. Por ello, el OPR permite la reformulación de los procesos editoriales, establecer nuevos lineamientos para los autores, ampliar las opciones de revisión por pares y ser parte de las nuevas dinámicas posibles que se han generado como necesarias y alternativas en el mundo científico. Varios ejemplos de cómo esta nueva especie ha logrado sumergirse en el ecosistema tradicional son Nature, F1000 Research, MBJ, Open Scholar, Peer J, entre otras, y organizaciones como OpenAire. Veamos algunos de ellos:
- F1000 Research: esta revista tiene un apartado completo que invita a los autores a encontrar los revisores para su artículo. Esto quiere decir que el autor lidera la responsabilidad de que su artículo pueda ser sometido y así mejorar la calidad de este. No obstante, el editor apadrina al autor y le da unos posibles caminos para alcanzar su cometido. Por ello, la revista cuenta con un algoritmo que, al escanear el artículo, lanza una lista de potenciales revisores y le da sugerencias al autor. Así mismo, este debe escoger entre revisores calificados, expertos o imparciales.
- Open Scholar: esta revista cuenta con una revisión por pares guiada por el autor, enfatizando que es tiempo de desafiar a la tradición y ampliar las posibilidades de que otros, a parte del grupo editorial, generen las conexiones y relaciones para evaluar el manuscrito. En este caso, el artículo debe estar publicado en un archivo en línea (preprints, librerías, repositorios, etc.), las revisiones deben ser publicadas y pueden ser comentadas y evaluadas por la comunidad científica y la revisión por pares guiada por el autor puede ser implementada en cualquier etapa de vida del artículo.
- Peer J: A pesar de que la revista utiliza la revisión simple-ciego (los revisores ven los nombres de los autores), dentro de sus políticas editoriales, existe la opción de que el autor decida o no publicar el historial de revisión completo de su manuscrito, después de que este ya haya sido publicado.
Si bien es cierto que el OPR ha implementado nuevos modelos de revisión, en el ámbito iberoamericano todavía queda por discutir abiertamente dichos procesos. No es una conversación que se deba tomar a la ligera, porque esta nueva especie implica (re)pensar el ecosistema y ampliar la visión de los procesos editoriales. Esto sumado a las capacidades propias que tiene cada institución u organización para la gestión de las publicaciones científicas. No es una cuestión de negar o cuestionar las labores del editor, de los comités y demás implicados en las revistas científicas, se trata de generar procesos simbióticos que constantemente, y con el devenir del tiempo, cambian, se transforman y siguen permitiendo la construcción de conocimiento.