Una buena revisión es una reflexión sobre la pertinencia del tema estudiado, las hipótesis de partida y la metodología utilizada. Para esto, el revisor ha de ser una persona experta en el tema y que por tanto, dialogue con el autor sobre conceptos, enfoques, metodologías y referencias elegidas. Una buena revisión es una discusión dialogada con el autor, de tal manera, que en ese diálogo el autor pueda matizar afirmaciones, confirmar los datos y la información obtenida, reflexionar sobre las conclusiones. En definitiva, sacarle más partido a la investigación realizada.

Una buena revisión ayuda a transformar un manuscrito en artículo académico.  Para escribir este post me inspiro en una revisión que hizo un colega la revista Journalism and Mass Communication Quarterly. La revisión tenía tal calidad que recibió la felicitación de los editores de la revista. Dicha revisión tenía más de 4.000 palabras y cuatro folios. Versaba sobre la segunda república española, especialidad de mi colega, y en ella dejaba claro que iba a juzgar los hechos, no las opiniones. Tras una evaluación de las premisas falsas sobre las que el autor apoyaba su investigación  y la falta de originalidad, el revisor señalaba más de veinte imprecisiones sobre hechos históricos.

La posición de experto permite al revisor juzgar si las conclusiones aportan alguna novedad al saber científico sobre la cuestión abordada.  Si las conclusiones no sirven para ampliar, confirmar o refutar el conocimiento hasta el momento, la investigación no merece la pena. Asimismo la revisión debe  aportar ideas de cómo incrementar el impacto social y científico de dicha investigación si se considera pertinente.

La revisión tiene que ayudar a la mejora sincera del artículo, lejos de intereses particulares o juicios (o pre-juicios) sobre el autor del mismo. Se requiere por tanto no sólo valoraciones numéricas sino sugerencias concretas de mejora o puntos de discusión que permitan al autor repensar y mejorar su trabajo. Incluso, cuestionarlo. Contribuye a la buena revisión, añadir aspectos puntuales sobre afirmaciones específicas, sobre la estructura del manuscrito, o sobre la revisión de la literatura, donde deben sugerirse referencias adecuadas al objeto de estudio que no se hayan tenido en cuenta.

En todo caso, cualquier valoración ha de estar justificada y su argumentación debe ser aplicable, respetuosa y comprensible. En este sentido es tarea de los editores revisar al revisor y considerar si la revisión es pertinente para que el autor comprenda y aprenda dónde debe mejorar o cómo debe enfocar la investigación para alcanzar el rango de publicación en revista científica.